Señor, destruye en mí todo lo que me impide verte con claridad, y edifica en mí un altar donde solo habites Tú.
Padre, si hay orgullo, derríbalo. Si hay tinieblas ocultas, alúmbralas. Si hay ruido interior, siléncialo. Hoy me rindo a Ti. Derrumba toda fortaleza que me aleja de Tu gloria. Yo quiero un altar vivo, constante, encendido… no solo los domingos, sino cada día. ¡Que seas el centro, el dueño, el Rey absoluto!